El hombre que quiere curar el cáncer imprimiendo virus

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BIOTECNOLOGÍA  Proyecto del biólogo y emprendedor Andrew Hessel

 

Se podría decir que Andrew Hessel cultiva la apariencia de un visionario. Expone sus ideas con una voz sugerente, viste de negro de pies a cabeza y luce una barba salpicada de canas que le da un cierto aire a Steve Jobs. Pero no es su perfil sino su ambición lo que le distingue de los demás ponentes en la reunión de innovadores que se celebra esta mañana en los salones de la Sociedad Histórica de Nueva York.

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Hessel está aquí para explicar cómo se propone curar el cáncer antes que las grandes empresas farmacéuticas: detectando primero virus capaces de matar sólo las células tumorales y fabricarlos después artificialmente en un laboratorio con la ayuda de una impresora 3D. «Se llaman virus oncolíticos y los científicos experimentan con ellos desde hace décadas», explica a EL MUNDO unos minutos después de su conferencia.

«Son patógenos muy débiles que infectan las células cancerosas y dejan intactas las células sanas. Algunas empresas empiezan a aprovecharlos con éxito en algunos ensayos clínicos. Lo que nadie ha logrado es diseñar esos virus en un ordenador y fabricarlos a la medida de cada paciente».

Hessel no tiene familiares directos que hayan muerto de cáncer. Pero es consciente de la naturaleza de la quimioterapia, que mata por igual a las células sanas y a las cancerosas y provoca en el enfermo un sinfín de efectos secundarios. «Es como arrojar una bomba nuclear sobre Nueva York para acabar con una banda de delincuentes», dice sonriente. «Estoy seguro de que podemos dar con un método mejor».

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Lanzar al mercado nuevos fármacos es un proceso tortuoso que requiere décadas de ensayos clínicos y el visto bueno de las autoridades. Por eso Hessel no aspira a comercializar medicinas, sino a diseñar soluciones concebidas a la medida de cada paciente con la ayuda de los avances de la ingeniería genética y del poder creciente de la computación.

«Primero extraeríamos una muestra de las células tumorales de una persona y después adaptaríamos los virus hasta desarrollar una terapia capaz de eliminarlas de un modo seguro», explica. «Sólo entonces inocularíamos los virus en esa persona. Al principio el tratamiento será gratuito para aquellos enfermos que quieran someterse a él. Pero mi objetivo es crear un modelo de suscripción similar al de Spotify en el que el cliente pague una pequeña cuota anual a cambio de tener acceso a la terapia cuando le detecten un tumor».

Hessel acaba de cumplir 50 años y reside con su esposa en San Francisco, donde dirige el departamento de nanotecnología de la empresa californiana Autodesk, cuyo producto más exitoso es el programa de diseño AutoCAD. Inició su carrera en 1995 trabajando para la empresa farmacéutica Amgen. Pero se fue siete años después porque sus jefes no le permitían experimentar.

Por entonces empezaban a despuntar los primeros logros de la genética y Hessel enseguida se dio cuenta de las oportunidades que podían ofrecer a la medicina los avances de la tecnología digital. «Un amigo me habló de los virus oncolíticos y pensé que podríamos mejorar su eficacia si los adaptábamos a cada paciente», explica. «Nuestras células son como pequeños ordenadores y el ADN es su sistema operativo. La tecnología empieza a permitirnos digitalizar la información de ese sistema operativo como digitalizamos un texto o una canción».

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El proceso que propone Hessel para curar el cáncer es muy distinto del que observan las grandes empresas farmacéuticas, cuyo objetivo es lanzar al mercado fármacos que apenas tengan efectos secundarios y cuenten con el visto bueno del regulador. «El problema no es la tecnología, sino el modelo de negocio de las multinacionales, que se gastan cifras millonarias en diseñar medicinas que en ocasiones sólo utilizan miles de personas en todo el mundo. Sería mucho más eficiente elaborar fármacos a la medida de cada paciente y asegurarnos de antemano de que pueden curar su tumor».

Hessel recuerda que es posible secuenciar el genoma de cualquier ser vivo por mucho menos dinero que hace apenas dos años y asegura que muy pronto cualquier científico podrá acceder a herramientas más poderosas que las de las que tienen hoy a su alcance los empleados de una multinacional. «Nuestro sistema está abierto a cualquiera que quiera ayudarnos en cualquier lugar del mundo», dice sobre su proceso de trabajo. «Una cooperativa pequeña como la nuestra está mejor preparada para un desafío así».

El científico es consciente del escepticismo que suscita su propuesta entre algunos miembros de la comunidad científica, que advierten que curar el cáncer no es tan sencillo como podría parecer. Por eso presenta su proyecto como el principio de una revolución similar a la que desencadenaron los primeros ordenadores personales y echa mano de una metáfora muy gráfica: «Si usted hiciera un juguete de plástico hace unos años, tendría que diseñar primero unos moldes y sólo merecería la pena diseñarlos si quisiera fabricar miles de juguetes de una vez. Hoy uno puede imprimir cualquier juguete en casa por mucho menos dinero con una impresora de objetos en tres dimensiones. Así queremos nosotros desarrollar nuestras medicinas: con unas herramientas abiertas a cualquier científico que nos quiera ayudar».

El objetivo de Hessel es atraer a jóvenes científicos que han empezado a experimentar con la ingeniería genética y que forman una especie de comunidad global. Algunos han logrado añadir ingredientes sintéticos al ADN de algunas especies y otros han creado plantas que brillan en la oscuridad. La cooperativa de Hessel cuenta con el respaldo de socios tan influyentes como la Universidad de Harvard o la empresa Organovo, que fabrica tejidos humanos recurriendo a una tecnología similar. Pero algunos científicos ponen en duda la viabilidad de su proyecto y observan con recelo su popularidad.

«No le conozco personalmente y es probable que esté simplificando los desafíos a los que se enfrenta, pero eso no tiene por qué ser malo», decía recientemente el biólogo Neil Gershenfeld, que dirige uno de los centros de investigación del MIT. «Los visionarios como él suelen tener mala reputación entre los científicos, pero cumplen un papel muy útil porque ayudan a detectar posibilidades que los expertos en un campo muy concreto no suelen ver».

Unos 600 inversores apoyan por ahora el proyecto de Hessel, que asegura que diseñar los virus que necesita para curar el cáncer apenas cuesta unos 730 euros y que será cada vez más barato y más sencillo por el poderío creciente de los ordenadores, que se duplica cada 18 meses según las premisas de la Ley de Moore.

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«Lo primero que debemos hacer es resolver problemas de diseño probando la eficacia de los virus en los cultivos celulares de un laboratorio. Sólo entonces llegará el momento de hacer ensayos con animales», dice el científico, que no se atreve a ofrecer una fecha en la que su terapia servirá para curar a un ser humano: «Es imposible predecir el futuro, pero no hay ninguna barrera técnica que nos impida hacerlo hoy. Si unos oncólogos tuvieran un paciente que cumpliera las condiciones apropiadas, podríamos crear juntos un equipo y diseñar unos virus que recibieran una autorización especial para experimentar».

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El cáncer no es el único problema que podría atajar el sistema que propone Hessel. Sus fármacos personalizados podrían ser una solución para la tuberculosis o la malaria y también para quienes sufren enfermedades raras, en quienes las grandes empresas farmacéuticas no tienen incentivos para invertir. Por ahora la tecnología que utiliza Hessel es demasiado compleja.

Pero su impresión es que poco a poco se irá simplificando y que muy pronto cualquiera podrá imprimir sus propios virus si se le detecta un tumor. «Bastará con un laboratorio básico y con una impresora de ADN y será tan sencillo como usar un procesador de textos», asegura muy serio. «Cualquiera podrá elaborar su propia medicina siempre que creemos unos buenos controles de seguridad».

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El científico está seguro de que sus ideas dinamitarán el modelo de negocio de las farmacéuticas y ayudarán a curar tumores mortíferos. El ADN de las células cancerosas puede sufrir cientos de mutaciones. Pero eso no le parece un problema a Hessel, que asegura que cada vez será más barato y más rápido experimentar hasta encontrar una solución: «Si me sale prácticamente gratis diseñar un virus y puedo probar su eficacia en el laboratorio, no hay nada que me impida probar miles de diseños. Recuerda que es algo que no tengo por qué hacer yo solo. Miles de personas pueden aportar ideas para curar a un solo paciente».

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Antes de despedirse, Hessel asegura que curar el cáncer será sólo uno de los logros que nos permitirá alcanzar la ingeniería genética: «Podremos crear carne y leche sintética para ahorrar energía y frenar el cambio climático. También recuperar especies desaparecidas como el mamut».

Armás biológicas personalizadas

La revista ‘The Atlantic’ publicó en noviembre de 2012 el ensayo ‘Hacking the President’s DNA’, cuyos autores eran Steven Kotler, Marc Goodman y Andrew Hessel. El texto desvelaba que el Gobierno de Estados Unidos lleva varios años recogiendo en secreto el ADN de los grandes líderes mundiales con el objetivo de crear armas biológicas personalizadas y contaban que la Casa Blanca ha empezado a dar algunos pasos para proteger el ADN de Barack Obama por temor que sufra un ataque similar. Hessel aún sonríe al recordar el impacto del artículo pero subraya la importancia de su contenido: “Si Brad Pitt se toma aquí un café, su cucharilla tiene su ADN y secuenciarlo permite saber más sobre su historial médico de lo que saben él o su mujer”.

Otra Fuente:  http://www.youtube.com

 

 

 

Fuente que utilizo:  http://www.elmundo.es